[Autor: Francisco Cañizares]
En muchas enfermedades sería impensable que la mitad de los pacientes permanecieran sin diagnosticar durante años. Sin embargo, esto ocurre con una de las más prevalentes, la diabetes tipo 2. El retraso en su diagnóstico y abordaje temprano explican que se haya convertido en el mundo en la cuarta causa de muerte prematura entre las mujeres y en la octava entre los hombres, según la OMS. El 10% de los fallecimientos entre los 35 y los 64 años se atribuye a la diabetes tipo 2.
Un diagnóstico precoz y un seguimiento eficiente cuando ya se ha detectado no solo inciden en la esperanza de vida de los pacientes, también determinan su calidad de vida. Y al contrario, los enfermos peor controlados tienen mayor número de hospitalizaciones por complicaciones en la salud derivadas de la diabetes que el resto de la población. También sufren más reingresos y las estancias hospitalarias son más prolongadas. La conclusión de la Federación Internacional de Diabetes (FID) es clara: “Sin una prevención efectiva y programas de control, el impacto continuará aumentando en el mundo”.
Incidencia diabetes tipo II
La Estrategia en Diabetes, aprobada por el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud en 2006, ya reconocía que “el mayor problema lo constituye el ritmo de crecimiento” de la enfermedad. Para reducirlo se planteaba dos líneas estratégicas: la promoción de estilos de vida saludables, que redujeran la incidencia del sobrepeso y la obesidad, y la detección precoz. Sin embargo, las actualizaciones que se han ido haciendo de la estrategia han tenido que reconocer que los planes no han arrojado los resultados deseados. La inactividad física y el deterioro de los hábitos alimentarios han incrementado el porcentaje de población con sobrepeso u obesidad. En la diabetes tipo 2 ha tenido un efecto inmediato: la prevalencia se ha duplicado desde 2006, ya se ha convertido en una prioridad de salud pública.
Uno de los problemas es que las complicaciones asociadas a la enfermedad son tan variadas que, incluso cuando existen síntomas, puede que no se atribuyan a la hiperglucemia. “El retraso en el diagnóstico en España y en otros países del entorno es de al menos ocho años”, explica Fernando Gómez Peralta, jefe de la Unidad de Endocrinología y Nutrición del Hospital General de Segovia y exsecretario de la Sociedad Española de Diabetes (SED).
Al tratarse de una enfermedad frecuente y en la mayor parte de los casos asintomática, el cribado se convierte en una herramienta fundamental. La Estrategia en Diabetes recomienda hacerlo cada tres años en la población mayor de 45 años y cada dos en la los grupos de riesgo, es decir, en personas con sobrepeso u obesidad, hipertensión arterial, colesterol o con antecedentes familiares. Las indicaciones son claras, pero Gómez Peralta señala que “se aplican de forma muy desigual y a un porcentaje de población muy pequeño. El cribado debería hacerse de forma sistemática, igual que en otras enfermedades”. Este retraso en el diagnóstico tiene consecuencias importantes. Con frecuencia, cuando se detecta la enfermedad la persona ya presenta graves problemas de salud.
¿Cómo afecta la diabetes a la salud?
“El 12% del presupuesto sanitario se destina a la diabetes, y la mayor parte se dedica a tratar las complicaciones de salud que ocasiona, no a prevenirla. Llegamos tarde”, apunta Fernando Gómez Peralta. La prevención es insuficiente y el diagnóstico tardío, pero ¿mejoran las cosas una vez se ha detectado la enfermedad? El sistema sanitario también presenta lagunas importantes en el seguimiento exhaustivo de los pacientes, que hay que realizar desde el mismo momento del diagnóstico. Este control, junto a la adherencia al tratamiento, son fundamentales para minimizar el riesgo de complicaciones asociadas, por lo que las campañas de concienciación deberían profundizar en la formación, dirigida tanto a pacientes como a sus familiares.
La Estrategia de Diabetes señala la importancia de abordar la enfermedad desde una perspectiva global, teniendo en cuenta “la educación terapéutica, el autocuidado y la coordinación entre niveles asistenciales”. El primero de ellos, la atención primaria, es fundamental. Las asociaciones de pacientes y las sociedades científicas reclaman desde hace tiempo unidades de diabetes en atención primaria compuestas por un médico y un profesional de enfermería especializado en los cuidados que requieren los enfermos y enfocados también a la educación en salud.
Los especialistas apuntan que, una vez recibido el diagnóstico es muy importante incidir en las estrategias de reducción de peso que han demostrado ser las más exitosas en el control de la diabetes a largo plazo. El objetivo fundamental es que la persona diagnosticada conozca la enfermedad que le acompañará de por vida.
¿Cómo actúa la diabetes?
Al contrario de lo que ocurre con otras enfermedades, la diabetes tipo 2 no suele presentar síntomas, es silenciosa. La razón es que estos suelen aparecer cuando los niveles de glucosa son altos. Por eso es importante la antesala de la enfermedad, la prediabetes. Es muy común y, lo más importante, es reversible. Introducir cambios en el estilo de vida, mejorando la dieta y haciendo ejercicio físico regular, puede evitar la enfermedad. Sin embargo, el concepto está en revisión porque algunos especialistas entienden que induce a error, no transmite la idea de que ese estadio ya entraña importantes riesgos para la salud.
Muchas personas con prediabetes presentan un alto riesgo cardiovascular por los factores de riesgo que tienen, como colesterol, hipertensión y sobrepeso u obesidad. Fernando Gómez Peralta prefiere utilizar el término diabetes incipiente porque “cuando lo llamamos prediabetes estamos lanzando el mensaje de que hay que cuidarse de cara al futuro y hacer prevención, cuando habría que iniciar ya un tratamiento intensivo de esos factores de riesgo”. Y cuanto antes se haga, mejor, porque, aunque la mayoría pueden modificarse, hay algunos que no. El principal de ellos es la edad.
Factores de riesgo
En algunos países empieza a ser frecuente detectar la diabetes tipo 2 en jóvenes, incluso por debajo de los 20 años. La razón es el incremento de la prevalencia del sobrepeso y la obesidad, que en España alcanza ya el 25% de la población infantil. Evitar esos factores de riesgo en las nuevas generaciones determina qué salud tendrán de adultos.