En España existe una cultura muy fuerte del cuidado en casa, lo que se conoce como cuidado informal. Esta tarea del cuidado recae de manera habitual en mujeres de mediana edad. Depende de quién sea la persona que necesita esta atención, la tarea de cuidar recae frecuentemente en la hija, la madre o la nuera de la persona dependiente. Bien es cierto que con los años la brecha de género en cuanto al cuidado va disminuyendo, pudiendo encontrar maridos, hijos, hermanos o padres que cuidan de sus seres queridos dependientes.

Pero ¿en qué consiste este cuidado? Algunas de las principales funciones que desarrollan este tipo de personas están relacionadas con movilizar a la persona dependiente de una estancia a otra, suministrar y administrar su medicación y asegurarse de que se la toma correctamente, ayudarle o realizar por ella las diferentes tareas de higiene. Entre otras de sus ocupaciones se incluyen las de gestionar citas y visitas al médico, tratando de seguir las indicaciones de los profesionales de la salud, así como gestionar la economía de la persona dependiente ,en caso de necesitarlo, o cualquier otra acción esencial para el día a día.

Como se puede observar, la persona que cuida se somete a diario a un nivel altísimo de estrés, dado que es responsable de una persona desde que se despierta hasta que se duerme, sin apenas recursos, ayuda, remuneración, descansos, agradecimiento o valoración, con todo el esfuerzo físico, psicológico y/o económico que esto supone.

Las razones que llevan a una persona a decidir cuidar de otra en su propio domicilio pueden ser muchas, pero lo cierto es que en muchos casos se asume de manera automática ese papel de persona cuidadora principal. Por lo general suele ser por mandato social “como hija” o “como marido”, porque no hay recursos económicos suficientes para la contratación de otros servicios, por desconocimiento de las diferentes opciones o modalidades dentro del cuidado formal, o incluso por el mero hecho por considerar el cuidado informal en casa como la mejor opción.