Aumenta el consumo de alimentos ricos en fibra: verduras, frutas, cereales, legumbres y alimentos integrales.
Disminuye la ingesta de grasas y colesterol: come pescado azul y carne blanca.
Evita comidas preparadas, alimentos enlatados y embutidos.
Cocina alimentos al vapor, al papillot, al horno o al microondas, pues de este modo mantienen más el sabor y no es necesario añadir sal. Evita las frituras.
Modera la cantidad de líquidos.
Toma una dieta pobre en sal, retira el salero de la mesa: así evitarás retener líquidos que empeorarían tus síntomas y te obligarían a ingresar en el hospital.
No tomes sustitutos de la sal de los herbolarios: pueden perjudicarte.
Usa condimentos en sustitución de la sal: vinagre, limón, laurel, mostaza en grano, pimienta…