[Autor: IM Médico Hospitalario]
[Fuente: IM Médico Hospitalario]
Según los últimos datos del INE, el 28% de la población en España fallece de enfermedad cardiovascular, por culpa de patologías en las que tienen mucho que ver con el con el colesterol. José Luis Llisterri Caro, médico de familia en la Clínica Vallada (Valencia), miembro de los Grupos de Trabajo de Hipertensión Arterial y Enfermedad Cardiovascular y de Genómica y Medicina personalizada de Semergen y expresidente de la Junta Directiva Nacional de Semergen, pone ese dato sobre la mesa durante un seminario sobre el manejo compartido de la hipercolesterolemia, enmarcado en el III congreso SEMERGEN-SEFAC para exponer la magnitud del problema.
Además de esto, indica, «se está produciendo un incremento progresivo de la tasa de hipertensión. Es decir, la epidemia sigue aumentando». A día de hoy, la prevalencia en la población general española se encuentra entre el 30-51%, según series, y la de la la hipercosteloremia, en torno al 45-65% Otros datos aportados por Llisterri revelan también que en España, algo más de 17 millones de personas tienen el colesterol LDL elevado, «pero solo el 24% están tratados, y solo el 13% están controlados». En este sentido, «es la causa del 22% de los infartos y anginas de pecho y del 40% de los ictus que cada año se producen en nuestro país». Y en general, esboza el doctor, «las guías clínicas existentes enfatizan en que la decisión terapéutica se debe fundamentar siempre en medir el riesgo cardiovascular y la concentración de LDL, y que las estatianas son fármacos de primera elección».
Para hablar del control de la dislipemia en España recurre al estudio para la identificación de la población española de riesgo cardiovascular y renal (IBERICAN), porque gracias a él «hemos aprendido muchas cosas respecto a la prevalancia de los factores de riesgo, el tratamiento farmacológico y la incidencia de eventos cardiovasculares con el paso de los años». Los datos de esta investigación están en consonancia con otros datos publicados. «Tenemos una prevalencia de un 50%», ligeramente más alta en el género masculino. Asimismo, una cuestión «preocupante», a su juicio, es «el poco control que se consigue en diferentes grupos etarios», de tal manera que se incrementa ligeramente el control hasta los 79 años y luego desciende. Pero una cuarta parte del los pacientes no están controlados.
En cuanto al cribado de la dislipemia, apunta «no se pueden escapar de la consulta o de la farmacia» aquellos pacientes con antecedentes de enfermedad cardiovascular prematura, con condiciones clínicas asociadas a un aumento del riesgo de ECV (obesidad diabetes, HTA, tabaquismo, VIH o disfunción eréctil). Asimismo, en población general hay que hacer un cribado en varones de más de 40 años y en mujeres de más de 50 años o posmenopáusicas, con historia familiar de dislipemia grave, y en pacientes con enfermedad renal crónica.
La exposición del expresidente de Semergen sirve para contextualizar la exposición de Jesús Carlos Gómez Martínez, farmacéutico, coordinador del Grupo de Trabajo de Indicación Farmacéutica de Sefac y presidente de la Fundación SEFAC, quien justifica la creación del ya existente Protocolo de dislipemias, manejo compartido entre médicos de familia y farmacéuticos comunitarios Semergen-Sefac.
«Nos está sirviendo de referencia, y creo que un farmacéutico clínico debe funcionar por protocolos, porque ayudan a saber que estamos trabajando en base a la evidencia científica. Ese es el salto que tenemos que dar el farmacéutico comunitario», subraya. Es un documento que a su modo de ver hay que implementar en la farmacia, porque detalla las claves principales acerca del diagnóstico, el manejo terapéutico, el tratamiento, la adherencia y los criterios de derivación.
Remarca, en esta línea, que el colesterol no duele, aunque es un «problema muy serio», por eso, «tenemos que intervenir con un manejo compartido del paciente con dislipemia». «Se trata de un FRCV muy prevalente (más del 50%), pero muy modificable. Por ello, la coordinación entre MAP y FC es fundamental», justifica. Entonces, nos tenemos que marcar varios objetivos: «tener un lenguaje común, trabajar con protocolos consensuados de derivación e intervenir de integral y complementaria, pues no podemos ir cada uno de forma independiente».
Asimismo, la farmacia comunitaria es de mucha utilidad, más en estos momentos en los que «evoluciona hacia una farmacia centrada en el paciente». Debe, por tanto, «adoptar un rol activo en al detección y control de los FRCV, entre ellos, las dislipemias, y sus acciones deben coordinarse con el resto de agentes de salud». En esta línea, Gómez manifiesta que «nuestra intervención está justificada, porque la DL continúa siendo una patología infradiagnosticada e infratratada en todos los ámbitos asistenciales». De la misma forma, «la prevención y la promoción de la salud son obligación de la farmacia centrada en el paciente. De ahí la importancia en la detección y seguimiento de los principales factores de riesgo cardiovasculares».
A este respecto apunta también que «la farmacia comunitaria es el centro sanitario más próximo y accesible a la población, que permite un seguimiento más frecuente al paciente con riesgos cardiovasculares«. Los protocolos específicos, consencuados por grupos de trabajo constituidos por médicos de AP y farmacéuticos comunitarios, insiste, «han demostrado mejorar la calidad de la asistencia prestada al paciente con patologías crónicas».