[Autor: Covadonga Díaz]
[Fuente: Diario Médico]
Las personas que realizaron más actividad física y de mayor intensidad durante el confinamiento experimentaron menos síntomas depresivos y mayor bienestar emocional, según han confirmado varios estudios realizados por un grupo de investigación de la Universidad de Oviedo, y que vienen a reforzar el papel protector de la actividad física para la salud mental.
Estos estudios de carácter longitudinal y transversal, que han puesto de relieve la importancia que ha tenido la actividad física en momentos de confinamiento, realizados por el Grupo de Investigación Edafides de la Universidad de Oviedo, han sido publicados en siete revistas de alto impacto, entre ellas International Journal of Clinical and Health Psychology, Mental Health and Physical Activity, Obesity Research and Clinical Practice, Psicothema y American Journal of Geriatric Psychiatry.
Las autoridades sanitarias y los expertos llevan tiempo destacando la importancia de incorporar actividad física regular a los hábitos de vida y que se adopte como un hábito diario, por los efectos físicos, mentales, sociales y afectivos que genera. A pesar de ello, la mayor parte de la población no alcanza los niveles de actividad física recomendados por la Organización Mundial de la Salud.
El grupo de investigación de la Universidad de Oviedo temía como punto de partida que el confinamiento hubiera empeorado el panorama y los niveles de actividad física se hubieran restringido aún más, con los consiguientes efectos negativos sobre la salud mental y el bienestar emocional, según explica Alejandro Carriedo Cayón, profesor del Departamento de Educación y firmante de los estudios.
Actividad progresiva
En los trabajos se analizaron distintos aspectos sobre cómo había influido el confinamiento domiciliario en cuanto a cambios de peso, el papel de la resiliencia y la aparición de síntomas depresivos, entre otros. Así, uno de los estudios evaluó la asociación entre actividad física y la resiliencia durante la primera semana de confinamiento en una población de 4.000 personas de entre 16 y 82 años.
La conclusión fue que quienes realizaban más actividad vigorosa mostraban mayores niveles de resiliencia, sobre todo los varones de entre 25 y 54 años con peso normal. A lo largo de las semanas de confinamiento los investigadores constataron un incremento en los niveles de actividad física moderada y vigorosa, y “hallamos que la resiliencia guardaba relación con los minutos que se realizan de cualquier tipo de actividad física”.
Para analizar la relación entre actividad física y depresión se realizó una investigación en la participaron medio millar de personas, evaluadas durante cuatro semanas de confinamiento. Los resultados indicaron que la actividad física moderada era suficiente para prevenir los síntomas depresivos, pero los beneficios eran mayores en las personas que más se ejercitaban.
Antonio Méndez Giménez, uno de los autores, resalta que aquellas personas que realizaron 477 MET-minutos semanales redujeron un 33% las probabilidades de sufrir síntomas depresivos frente al 47% de quienes alcanzaron 3.000 MET-minutos semanales. La OMS recomienda llegar, al menos, a los 3.000 MET por semana. Un MET (metabolic equivalent of task o unidad metabólica de reposo) se define como el gasto energético de estar sentado tranquilamente y es equivalente a un consumo de 1 kcal/kg/h.
Más optimismo y bienestar
Otro estudio se centró en síntomas depresivos, bajo afecto y resiliencia, con una muestra de 483 personas de 60 a 92 años. “Descubrimos que aquellas personas que se involucraban regularmente en actividades físicas vigorosas y moderadas manifestaban mayores niveles de resiliencia, afecto positivo y menores síntomas depresivos”.
Estos resultados sugieren, según los investigadores, que los adultos que cumplían las recomendaciones de actividad física de la OMS se enfrentaban mejor y con más optimismo al confinamiento. “La resiliencia se asocia al bienestar general, la satisfacción y la calidad de vida, por lo que en momentos tan dramáticos como los que vivimos es importante adquirir mecanismos que la desarrollen”, señala José Antonio Cecchini Estrada, catedrático de la Universidad de Oviedo y otro de los autores del estudio.
Otro de los trabajos se centró en analizar los cambios de peso como consecuencia de los nuevos hábitos de actividad y alimentación adquiridos durante el confinamiento domiciliario en una muestra de más de 4.300 individuos. Los autores destacan que parece que hay una conexión entre obesidad, depresión y alimentación.
Ante una situación estresante, las personas pueden aumentar o reducir la comida que ingieren. “Nos preguntábamos cómo afectaría el confinamiento a esta relación y concluimos que la mayoría de las personas que participaron en el estudio declararon no haber sufrido cambios de peso”, apunta el catedrático Javier Fernández Río.
Obesidad y síntomas depresivos
Lo interesante de este trabajo es que quienes experimentaron mayores cambios de peso eran, sobre todo, varones y personas con obesidad y que, precisamente, quienes sufrieron mayores oscilaciones de peso fueron los que manifestaron mayores síntomas depresivos, según Fernández Río. Las personas que realizaron más actividad física y que mostraron más optimismo fueron las que mejor consiguieron mantenerse en su peso.
Otro de los estudios partió del establecimiento de tres tipologías de la población española durante el encierro domiciliario. Así, uno de estos grupos estaba formado por personas con altos niveles de actividad física, con gran resiliencia y bajos síntomas depresivos. Eran, fundamentalmente, personas de entre 40 y 54 años, con peso normal, que ya practicaban mucha actividad física antes del confinamiento.
El 60% de ellas consiguieron cumplir durante el encierro con las recomendaciones mínimas de la OMS. El grupo intermedio, que representa al 60% de la población, la mayoría de ellos mayores de 40 años, estaba integrado por personas con valores medios en actividad física, resiliencia y síntomas depresivos. Solo el 38% de ellas cumplió con las recomendaciones de actividad física que establece la OMS.
El grupo menos adaptativo estaba formado mayoritariamente por mujeres jóvenes, de menos de 25 años, con bajos niveles de resiliencia y altos de depresión y afecto negativo. Estas mujeres redujeron además drásticamente su actividad física durante el confinamiento al pasar del 69% que realizaba algún tipo de actividad al 30% que consiguió seguir los consejos de la OMS.
En conclusión, lo que este conjunto de estudios permite destacar es que la resiliencia y la actividad física parecen haber actuado como elementos de protección frente a las consecuencias psicológicas del confinamiento domiciliario en la población española durante la pandemia.