[Autor: Ana Gomez]
[Fuente: noticiasrtv]
Consecuencias de los malos hábitos, como estilo de vida sedentario y nutrición inadecuada, o incluso factores genético, a hipertensión es una enfermedad crónica caracterizada por altos niveles de presión en las arterias. Actualmente, consideramos una condición hipertensiva cuando la presión del paciente, en casa, es igual o superior a 130 por 80 mmHg (13 por 8) y, en el consultorio, 140 por 90 mm Hg (14 por 9).
Esta presión a la que nos referimos es la fuerza que hace que la sangre fluya a través de las arterias hacia todos los tejidos. Su medida es la confirmación de la capacidad de la hipertensión para dañar algunos órganos.
Sabemos desde hace mucho tiempo que necesitamos controlar la presión para mantener la salud y prevenir enfermedades cardiovasculares. Lo que pocas personas saben es que el primer dispositivo de uso clínico para medir fue inventado en 1896 por el italiano Scipione Riva-Rocci. El esfigmomanómetro – término cuyo origen proviene de esfigmos (pulso) – es muy similar a lo que usamos hasta hoy.
En ese momento, Riva-Rocci afirmó que eligió la arteria del brazo porque estaba más cerca de la aorta (la arteria que pasa por el pecho y el abdomen). La técnica se consideró revolucionaria, aunque solo medía la presión sistólica (máxima) y no la presión diastólica (mínima). En 1905, Nikolai Korotkov, un cirujano militar ruso, creó el método de auscultación, con estetoscopio y brazalete, que todavía se utilizan en nuestra rutina hoy.
Los tratamientos tardaron un poco más en aparecer. Hasta 1950, no existía ningún medicamento eficaz para la hipertensión. El tratamiento se basó en papaverina, sedantes y aminofilina, y el más efectivo fue la “dieta del arroz”, creada por el científico Walter Kempner en 1939. En ese momento, la mitad de los pacientes con hipertensión severa murieron de insuficiencia cardíaca.
En los años siguientes, los medicamentos llegaron con efectos alentadores, como diuréticos y captopril – primero en la clase de inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina, desarrollado a partir de una sustancia que se encuentra en el veneno de jararaca, que actúa previniendo la constricción de los vasos sanguíneos. Después de eso, vino bloqueadores beta, como propranolol y bisoprolol, bloqueadores de los canales de calcio, entre otros.
En relación a la alimentación, siempre se ha sabido cuánto el consumo de sal era dañino, ya que hace que el cuerpo retenga líquido y aumente el volumen de sangre en las arterias. Después de algunos estudios, también fue posible demostrar que un dieta rica en cereales integrales y verduras en general, podría contribuir al control de la presión. Ahí es donde, en la década de 1990, PIZCA, acrónimo de Enfoque dietético para frenar la hipertensión. Por lo tanto, los ajustes de la mesa van mucho más allá de la sal.
Entre los diversos medicamentos recetados en la actualidad, podemos mencionar algunos diuréticos, como la clortalidona, hidroclorotiazida y furosemida, además de compuestos que se siguen desarrollando para controlar la presión arterial. Estudios recientes han demostrado, por ejemplo, que una sola dosis de bisoprolol y amlodipino puede mejorar la adherencia al tratamiento, un factor fundamental para evitar que la hipertensión dañe la salud.
Ya hay más de 60 millones de personas que viven con hipertensión en Brasil, y la preocupación por sus riesgos e impactos aumenta con las nuevas generaciones. Según el Ministerio de Salud, el número de jóvenes hipertensos ha subido más del 14% en los últimos diez años.
Una cosa es correcta: buena nutrición, actividad física y medicación adecuada marcar la diferencia en el control de la presión arterial y prevenir enfermedades. Y, en la práctica médica, siempre vale la pena evaluar caso por caso, para comprender qué puede funcionar para cada uno.
* Lídia Ana Zytynski Moura es cardióloga, profesora de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Paraná (PUC-PR) y coordinadora clínica del Servicio de Insuficiencia Cardíaca de la misma institución.
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